En los dos países del mundo en los que la disconformidad social es más fuerte, manifiesta y amplia; esto es, en la Argentina y Bielorrusia, países en los que hoy las protestas callejeras son las más grandes y frecuentes del globo, la participación activa en ellas de las mujeres es enorme y sustancial. El fenómeno es notorio entre nosotros, en todos los rincones del país y en todos los impresionantes “banderazos”. Es realmente fácil advertirlo. Basta una rápida mirada hacia las columnas que protestan.
Lo mismo sucede en la también muy conmocionada Bielorrusia. En efecto, allí aparecen con flores en sus manos, una y otra vez. Insistentemente, sin embargo.
Pese a que el gobierno, despectivamente, repite que “el lugar de las mujeres está en las cocinas”, lo que resulta absolutamente despectivo e increíble. Pero el “machista” gobierno de Bielorrusia es el último gobierno estalinista del mundo. Y, entre otras cosas, no respeta a las mujeres, a las que trata como seres “inferiores”.
Una corajuda mujer, hoy exiliada, las lidera desde el exterior, mientras su marido está preso en Bielorrusia.
Su nombre es Svetlana Tikhanosvskaya. Es un enorme -y vivo- monumento a la valentía. Muchas mujeres bielorrusas están arrestadas y algunas sufren golpes y torturas mientras están en prisión. Lo que configura una cobardía absolutamente sin igual, que está a la vista del mundo entero.
El grotesco escenario donde las mujeres son aprisionadas es el de las calles de Minsk. Todas luchan porque sus respectivos hijos no vivan en la esclavitud, sino en un ambiente de libertad, por el que pelean con una impresionante dosis de coraje.
Para el tirano Alexander Lukashenko, ellas conforman un “enemigo” tan inusual, como digno de todo respeto, virtud de la que, sin embargo, el líder comunista bielorruso carece completamente.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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