Destino esta nota a recalcar algunos de los logros de la década del 90. Quiero incitar a que se revean los dos gobiernos menemistas los cuales son terriblemente desprestigiados sin tener en cuenta el cambio positivo que Argentina tuvo en esa época.
Carlos Saúl Menem intentó revertir las consecuencias a las que nos llevó la política de décadas anteriores, la cual nos sumergió en el desprestigio internacional y nos llevó a sufrir una inflación descomunal por la cual Raúl Alfonsín abandonó el gobierno antes de tiempo.
Ningún gobierno se animaba a desmantelar el proceso de ingeniería social que significaron las nacionalizaciones, el proteccionismo y la perspectiva autárquica, así como sus secuelas. El conjunto de éstas políticas institucionalizaron la corrupción, la pereza en el trabajo y cortó de cuajo la necesidad de superación que requiere la competencia y el progreso social y cultural.
El presidente Menem con su equipo, luego de algunos titubeos, decidieron afrontar el costo político que significó encarar el cambio de insertar al país en el mundo, con la estructura peronista en contra; realizar la ímproba tarea, de convencer a los peronistas para que apoyaran o toleraran cambios estructurales. La ley de Emergencia Económica y la de Reforma del Estado fueron fundamentales.
Hubo que restaurar la confianza perdida de los países capitalistas, base ineludible de una política encaminada a captar inversiones y en 1991, la convertibilidad, que en esa época tuvo enorme prestigio, terminó con la inflación, volvimos a tener esperanza en el futuro. Destacados e imparciales economistas que hoy pueden ver más a la distancia el ahora apuntan que debió dejarse flotar el dólar desde aproximadamente 1997, pero lo cierto es, que permitió rápidamente derrotar al terrible impuesto que devoraba los sueldos de los argentinos.
UN GRAVE ERROR
La modificación de la Constitución con motivo de lograr la reelección fue un grave error. La supresión del Colegio Electoral, implicó un golpe al Estado Federal; la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal se vieron notablemente favorecidas por ser los dos distritos más poblados. La primera que antes tenía un 23,6 % del Colegio Electoral, con el nuevo sistema obtuvo el 37% del padrón, (la comuna de La Matanza, tiene más habitantes que 18 provincias juntas) por lo que la campaña electoral se redujo a los tres distritos más grandes. Se estableció, de esta forma, un desbalance entre el Estado Federal y las provincias que perjudica claramente al interior. Este cambio y otras medidas fueron -justificadamente- criticadas por los defensores de la Constitución de 1953/60 y por los críticos del Pacto de Olivos que la hicieron posible.
Pero si bien se pueden señalar errores de grueso calibre como éste, quiero destacar, que a pesar de las críticas exacerbadas al ex presidente Menem, por parte de destacados políticos, economistas, e intelectuales, no se puede dejar de reconocer que él fue el que cambió el rumbo que había llevado a la Argentina al borde del desastre político y económico.
EXCELENTE POLITICA EXTERIOR
Sus objetivos en política exterior fueron: desarrollar una relación estrecha con EE.UU., avanzar en la integración económica con nuestros vecinos sobre todo Brasil y Chile, restablecer el vínculo con Europa afectado por la guerra de Malvinas, y una acción participativa en el Medio Oriente.
Debía alcanzar buenas relaciones con los árabes, pero revertir la política exterior antiisraelí la que había sido sostenida por nuestro país, en consonancia con nuestra actitud anterior de conservar estrechos lazos con los países no alineados o del tercer mundo, los cuales rechazaban la política exterior de Israel.
En base a estos lineamientos definidos por Menem, Domingo Cavallo y Guido Di Tella realizaron una excelente política exterior y Cavallo dio un vuelco positivo, también, a la economía.
La política de acercamiento a EEUU contribuyó enormemente a las buenas relaciones con ese país, opuesta a la que había seguido la Argentina por décadas. El proyecto Cóndor, que defendieron fervorosamente Raúl Alfonsín y Erman González, desmantelado durante su gobierno, mostraba a un país que no cumplía con las normas internacionales en materia de producción de armamentos, y que además permitía la entrada y salida del país, sin registro alguno, de personas, bienes y dinero. Esta actitud nos hacía muy poco confiables a nivel mundial en el combate contra el narcotráfico y el terrorismo.
Pese a las críticas de los radicales, el gobierno liderado por Menem, envió naves al Golfo e integró la fuerza internacional para expulsar a los iraquíes de Kuwait.
Recopilemos otras medidas que nos ligaron a los países desarrollados: recuperar los niveles de exportación fue una de las preocupaciones primordiales de ese gobierno, y eso se logró a partir de la convertibilidad con reglas de juego diferentes. Décadas de estancamiento de las exportaciones, acentuadas en la del 80, fueron superadas. Se dieron incentivos importantes para que ocurriera, como fueron la eliminación a las retenciones agropecuarias y trabas a las importaciones.
Esta nueva política no fue fácil. Se debió pasar por encima de la presión de sectores poderosos como lo fue el FMI y los siempre perezosos empresarios que preferían colgarse de un Estado protector en vez de encarar la apertura económica, que implicaba competir.
La desregulación del comercio exterior fue una política meritoria en un país donde predominaron vergonzosamente los intereses de sectores privilegiados por el gobierno. No se tenía en cuenta ni la calidad de los productos ni al postergado consumidor argentino que debía conformarse con bienes de malísima calidad y muy caros.
LA CENTRODERECHA
La lucha que se encaró contra el estatismo, el proteccionismo, las regulaciones excesivas y, paradójicamente, contra la corrupción en diferentes áreas, cambiando muchas de las reglas de juego, merece un juicio más justo.
El ex presidente se convenció de liderar un cambio de tinte liberal en la política argentina.Con la asunción de Carlos Menem, el centroderecha empieza a participar en el gobierno y en administraciones provinciales. Esta tendencia se acentuó durante el año 1990 tanto en el gobierno como en la gestión de empresas públicas.
La política de privatizaciones, la recomposición de las Fuerzas Armadas a partir de los indultos, el acercamiento hacia los EEUU, la distancia que tomó el gobierno de Saúl Ubaldini, representante de la vieja política peronista, y la recomposición de relaciones con Gran Bretaña, fueron hechos que repercutieron en la visión positiva que el presidente tuvo sobre el electorado de centroderecha.
Si bien se comenzó a hablar de privatizar durante el gobierno de Alfonsín, la gran estocada al corazón de las empresas estatales, destruidas por la política, la burocracia y los sindicatos, la dio el Presidente. No le quito mérito a su gran ministro, Domingo Cavallo, quien tuvo que lidiar, en todas las áreas, contra los que vivían de las dádivas del Estado. Gracias a su entusiasmo y fuerza se realizaran cosas que parecían increíbles apenas unos años antes, pero la decisión política de realizar el cambio la tuvo el Presidente, sin ella hubiera sido imposible semejante tarea.
Recordemos la privatización de Entel, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Gas del Estado, Agua y Energía y de los Servicios eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA), todas empresas ineficaces e insolventes, incapaces de innovación tecnológica.
Logró Carlos Menem que los sindicatos apoyaran el proceso de privatización. La política de retiros voluntarios y propiedad participada fue una buena idea para llevarlo adelante.
Para privatizar hubo que vencer poderosas corporaciones y para ello no solamente ideas fueron necesarias, sino también la pelea que enfrentó con dinamismo espectacular Cavallo y los privatizadores. Vaya mi aplauso para María Julia Alsogaray -responsable de la impecable privatización de Entel- a quien no se le perdonó su firmeza, eficiencia e inteligencia. El kirchnerismo la convirtió en chivo expiatorio, en connivencia con un juez del mismo signo, quien la persiguió sin medida.
En la década del 80 todos los días había cortes rotativos de luz programados, el abastecimiento de electricidad era deficitario, lo cual afectaba a las casas de familia y también a las empresas. Con la privatización la tarifa de energía eléctrica mayorista se redujo en el periodo 1992-2001 un 51% y la minorista, a usuarios finales, el 24%. La calidad del servicio que recibieron los consumidores pasó de 21 a 5 horas de interrupción por año y se llevó el suministro de energía a zonas rurales, llevando la cobertura al 97% de la población.
El decreto de desregulaciones Nº 2284, del año 1991, derogó enorme cantidad de restricciones a la competencia y a la transparencia en el funcionamiento de los mercados. Abarcaba el mercado interior de bienes y servicios, el comercio exterior, las economías regionales, los regímenes promociónales para industrias-intensivas y el mercado de capitales. Permitió suprimir monopolios de grandes mercados concentradores de frutas y hortalizas, la apertura de nuevos mercados mayoristas, la eliminación de restricciones en cuanto al horario de atención de comercio minorista, acabar con regulaciones corporativas y con organismos de intervención. (Junta Nacional de Granos y de Carnes y una serie de oficinas estatales que regulaban actividades forestales, pesqueras, azucareras, hípicas, entre otras).
Se suprimieron impuestos que distorsionaban precios y afectaban la producción, dando libertad de elección al consumidor que podía comparar entre productos.
Aparecieron beneficios de la recreación de la competencia como la aparición de hipermercados, el abaratamiento del precio de la electricidad, (de 5 a 2 centavos el kwt/hora). Se redujeron los costos de escrituración de propiedades (del 9 al 21 %) según el distrito. La atención de las farmacias mejoró: además de poder instalarse en el lugar de preferencia del inversor, (antes la ley lo prohibía) ofrecieron el delivery, entre otras ventajas.
Se terminó con el control de precios -un medio socialmente y culturalmente nefasto- después de más de medio siglo de vigencia.
Las Estaciones de Servicio con la competencia perfeccionaron el servicio, la estética, con lugares acogedores donde se pudo tomar un café o tener un almuerzo rápido con los diarios y revistas del día.
Los transportes mejoraron gracias a que se suprimió la reserva de corredores, se simplificaron trámites y requisitos (más servicios, más opciones, mejoras de precios, más calidad en la atención) En el transporte de pasajeros, el aumento de empresas del rubro fue espectacular. En 1991-1995, aumentó la conexión entre provincias, sin pasar por Buenos Aires.
Elena Valero Narváez
Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia.
Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas
Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas)
Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006)