En nuestro país, como es sabido, la esclavitud se abolió felizmente hace ya muchos años. En la Asamblea del año 1813. Pero desgraciadamente en nuestra región la esclavitud es, gracias a Cuba, todavía un fenómeno repulsivo que no ha desaparecido del todo.
En efecto, como veremos enseguida, Cuba exporta esclavitud desaprensivamente cuando de enviar a sus médicos al exterior a prestar servicios (con el objetivo de generar divisas) se trata. Como parte de lo que engañosamente la dictadura cubana denomina: su “diplomacia de guardapolvos blancos”. Con ella el país caribeño se hace de miles de millones de dólares para su Tesoro Nacional, que, de otra manera, esto es sin esas particulares “misiones” médicas, Cuba (país que no se alimenta a sí mismo y que siempre está urgido en materia de divisas) no obtendría.
Los médicos cubanos -cuya formación profesional tiene un nivel de calidad fuertemente cuestionado por muchos- desempeñan sus cometidos en un verdadero clima de pesadilla, desde que (i) son controlados de cerca por los servicios de inteligencia de la isla; (ii) están sujetos con frecuencia a horarios que contienen verdaderos “toques de queda”; y (iii) prestan servicios en lugares que de pronto suelen ser bien peligrosos y hasta contener, en algunos casos en particular, niveles de violencia que se tienen por muy poco comunes, a los que los médicos cubanos quedan naturalmente expuestos en su labor profesional.
Las misiones médicas cubanas al exterior cuentan, para sus respectivos actores, como parte de los tres años de servicios sociales que son obligatorios para todos los médicos cubanos antes de poder ejercer libremente su medicina, a tiempo completo.
Las “misiones” se justifican políticamente como prestaciones presuntamente “solidarias”, de fuerte contenido simbólico, que teóricamente forman parte de la “política exterior” de Cuba. En rigor, son tan sólo una muy deleznable manera de explotar a quienes conforman un evidente exceso de profesionales cubanos graduados en materia de salud, con niveles sospechados de mediocridad.
Hoy Cuba tiene a nada menos que 30.000 médicos expatriados que prestan sus servicios en 67 diferentes países. Toda una enorme y esforzada operación, entonces. En su mayoría se desempeñan en países en vías de desarrollo, pero hay también algunos que curiosamente trabajan en Portugal y en Italia. Todos ellos están sometidos a reglas duras, con las que obviamente se procura de evitar su deserción.
Mientras que en Cuba el salario mensual de los médicos ha sido tradicionalmente de apenas unos 15 dólares mensuales, en Venezuela ellos perciben, en cambio, unos 125 dólares mensuales en sus primeros seis meses en el exterior, cifra que crece lentamente a medida que su condición de expatriados se alarga paulatinamente en el tiempo.
A lo que se suma un “bono” adicional de 50 dólares mensuales, que se paga prolijamente a sus familiares que permanecen en Cuba. Esa cifra está ciertamente muy por debajo de las sumas que, por sus servicios, paga el país en que ellos son prestados al gobierno cubano, que simplemente “se queda con el resto”. A los bolsillos de los médicos llega apenas entre una cuarta parte y la mitad de lo que sus servicios profesionales efectivamente generan. El resto, unos 8.000 millones de dólares anuales, queda teóricamente en manos del Tesoro de Cuba, aunque con frecuencia se pague en especie, esto es con exportaciones de petróleo crudo.
La mencionada distribución, absolutamente arbitraria, de los ingresos por servicios médicos evidencia, más allá de toda duda, la existencia real del “trabajo esclavo”, como un capítulo más de las “exportaciones” cubanas.
A los médicos, los funcionarios cubanos les quitan además el pasaporte al momento mismo de llegar ellos al país en el que, en más, prestarán sus servicios. Y a algunos de ellos se les impone la condición de tener que prestar algunos “servicios adicionales”, que por lo general son claramente de índole política (como el de comprometerse a no prestar su asistencia a quienes son opositores al gobierno socialista) o simplemente de obvia naturaleza propagandística.
El uso eminentemente político de este poco feliz programa de asistencia en materia de salud se confirmó cuando Cuba, antes de que el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, asumiera formalmente su muy alto cargo institucional, lo discontinuó unilateralmente. Obviamente para, de esa manera, tratar de evitar innecesarios encontronazos políticos y críticas específicas certeras, que –ante el cambio de gobierno- eran claramente previsibles.
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