No obstante, la gravedad de lo antedicho continúa siendo constantemente disimulada por algunos de los países de la región, incluyendo desgraciadamente a nuestro país, lo que no es demasiado sorpresivo, desde que las crecientes simpatías del llamado “kirchnerismo” (muy distinto del “peronismo”) por Hugo Chávez y el ex colectivero Nicolás Maduro son ya abiertas e inocultables, a la vez.
A pesar de las torturas, asesinatos y de violencia sexual perpetrados en Venezuela contra los opositores, que ciertamente no conmueven, para nada, a nuestros actuales gobernantes.
Hay crecientes sospechas de que las entidades financieras de la isla sirven de “refugio” o, al menos, de circunstancial y discreta “parada de “tránsito” de los dineros mal habidos. Lo que no es sino una demostración más de aquello tan perverso y primitivo de: “para los amigos todo, para los enemigos, ni justicia”. En Río Gallegos, el perrito Simón (regalado por Hugo Chávez a Cristina Fernández de Kirchner) seguramente ladra con encendido entusiasmado al enterarse de cómo se enriquecen, cada vez más, quienes están circunstancialmente en su derredor.
Para las Naciones Unidas, en cambio, el dictador Nicolás Maduro está, él mismo, directamente implicado en esos crímenes, así como muchos de sus colaboradores más cercanos, con los que se conforma una verdadera asociación ilícita que, además de permitirles aferrarse al poder político, les asegura enromes ingresos ilegales, en asociación íntima con el crimen organizado. Esas personas conforman un grupo ya identificado de unas 45 personas que están directamente vinculadas a la cadena de delitos “de lesa humanidad”. Es posible que ellas sean alguna vez denunciadas ante el Tribunal Penal Internacional, que podría ciertamente asumir jurisdicción para juzgarlos.
Las conclusiones fueron fácilmente acordadas por los miembros del equipo internacional actuante, pese a que Venezuela (como también sucede con Siria, Myanmar y hasta con la propia China) no les permitió siquiera ingresar a su territorio. Ocurre que la evidencia acumulada es ya tan grande, que lo que sucede no puede esconderse.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas-
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