Ese particular ciclo dominado por la izquierda empujó al país vecino hacia una situación de claro estancamiento que bien podría ser la razón central del inminente cambio de color político que se anticipa y que los orientales se aprestan a poner en marcha.
Pocos rincones de la acción de gobierno de los distintos equipos del presidente Tabaré Vázquez fueron tan claramente disonantes con la visión simultáneamente prevaleciente en nuestro país, la Argentina, como el que tiene que ver con la política exterior que condujera esencialmente Rodolfo Nin Novoa, un hombre pretendidamente “de campo”, que se acopló -con mucha frecuencia- a las posiciones y perspectivas bolivarianas, cortejando abiertamente a Venezuela y cayendo ante su seducción.
Cuando ya culmina la gestión de Tabaré Vázquez, esa actitud es aún notoria. Sólo así se explica que el gobierno de Uruguay, de la mano de Venezuela, sea uno de los dos únicos gobiernos de nuestra región que sostiene que en Bolivia hubo un “golpe de estado” y no un intento de “autogolpe” por parte del propio Evo Morales y su vice-presidente Alvaro García Linera, que terminó en el fracaso estrepitoso que todos estamos presenciando. En el mundo, esa es la postura, cabe puntualizar, de Rusia, China, México, Cuba, Venezuela y, cuidado, también la de Uruguay.
Para los actuales gobernantes uruguayos, la renuncia de Evo Morales debe atribuirse, casi exclusivamente, a la “oleada de violencia” generada presuntamente por la oposición y, presuntamente también, por la OEA (hoy curiosamente conducida por Luis Almagro, un ex canciller y político uruguayo que militara hasta no hace mucho en la izquierda oriental), empeñados -pretendidamente- en tratar de “desestabilizar” a Bolivia.
Ese pequeño grupo de países describe hoy a Evo Morales como a un extraño “mártir” de la democracia, olvidando que con sus manipulaciones y maniobras de toda índole, Morales debe más bien ser tenido como uno de los responsables principales de la peligrosa y profunda crisis en la que, finalmente, dejó sumido a su abandonado país.
Morales acaba de fugarse de su país y se refugió en México. Por ahora, porque el presidente electo de la Argentina lo está convocando a bajar rápido al sur, como asilado por cierto, para estar así mucho más cerca de Bolivia, lo que puede ser una grave imprudencia, particularmente frente a la postura abiertamente divergente de Brasil sobre lo que efectivamente sucede en Bolivia.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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