El llamado G-20 es un importante foro informal -aunque anual, esto es regular- al que la comunidad internacional recurre para analizar, en conjunto, los temas de carácter económico y financiero que a todos, por una razón u otra, conciernen. Y para, asimismo, coordinar las respuestas y la cooperación, cuando ella resulta necesaria.
Sus miembros, entre todos, representan el 85% del producto bruto global y algo más del 75% del comercio internacional. Así como el 80% del flujo total de inversiones.
El G-20 trabaja con el mecanismo de las reuniones “cumbres” de Jefes de Estado, las que se preparan cuidadosamente, a través de reuniones técnicas previas que son coordinadas por el país que circunstancialmente, en cada una de ellas, actúa como país-anfitrión. En ellas se elabora no sólo la agenda, sino también la construcción de los posibles consensos sobre los temas que se ponen a consideración.
Por esto, la influencia (e impacto) que nuestro país puede tener en la próxima reunión del G-20 que tendrá lugar entre nosotros, en el mes de diciembre venidero, son realmente grandes, si la oportunidad es bien aprovechada.
La labor de nuestro país como anfitrión está en marcha. Con dos canales de acción, como es tradicional. Uno coordinado por la Cancillería y otro conducido por el Ministerio de Hacienda. Sin demasiada transparencia, sin embargo, al menos hasta ahora, lo que es realmente una pena.
Para la Argentina, que a través de estas reuniones puede participar en las decisiones de políticas de alcance global, esta será una instancia distinta. En el pasado reciente, cuando Cristina Fernández de Kirchner representara a nuestro país, creía que ella lo sabía todo y que, por tanto, podía monopolizar la palabra. Y que los demás debían tan sólo escucharla y seguirla. Lo que era ridículo, naturalmente. Hay anécdotas que sugieren que, cuando hablaba nuestra a la sazón presidente, los líderes que la acompañaban en la sala desconectaban disimuladamente sus audífonos.
Seguramente debatiremos temas comunes a todos o a la mayoría de los participantes, tales como: el empleo, la seguridad alimentaria, así como las necesidades que existen en materia de infraestructura, los que previsiblemente serán centrales en la reunión plenaria del G-20 que se aproxima.
La oportunidad referida, la de poder influir ante la comunidad internacional, es grande y no debe ser desaprovechada. No sólo respecto de la veintena de países que efectivamente pertenecen al G-20, también con relación sus múltiples invitados, de distinto tipo.
La reunión en Buenos Aires será, cabe apuntar, la primera del G-20 que se realiza en América del Sur. Todo un evento.
Emilio J. Cárdenas.
Ex Embajador de la república Argentina ante las Naciones Unidas.
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