Mauricio Macri es un hombre de palabra. Y de coraje también. Está ya claro. Lo ha probado. Por eso, en la reciente “cumbre” del MERCOSUR, celebrada en la ciudad de Asunción, expresó sin vueltas ni disimulos la preocupación de nuestro país por los presos políticos que Nicolás Maduro mantiene duramente detenidos en Venezuela, por el presunto delito de “pensar distinto”. Por disentir, entonces. Y por el pecado bolivariano de defender las libertades civiles y políticas, y los derechos humanos. Defensa que para los totalitarios es inaceptable.
Macri pudo haber dicho más, como que el proceso judicial concreto de Leopoldo López ha sido escandalosamente fraudulento, como lo han denunciado -sin rodeos- nada menos que dos ex participantes directos en el mismo, antes de exiliarse, abandonando Venezuela. Pero no lo hizo.
Porque lo cierto es que ya había dicho lo necesario y roto un vergonzosamente largo silencio regional que ha permitido al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro y a sus cómplices, deformar la democracia de su país hasta hacerla irreconocible y violar -sin pausa-los derechos humanos y libertades civiles de sus conciudadanos, sin que nadie siquiera se lo reprochara. Contando entonces, en los hechos, con una vergonzosa patente de impunidad que le fuera conferida fundamentalmente por los gobiernos de la izquierda regional. Y por el silencio timorato de los demás. En más, cabe presumir que otros se animarán en adelante a defender,también ellos,esos valores.
La poco seria Canciller venezolana le replicó de inmediato que la preocupación del gobierno argentino era, para ella,de corte “injerencista”. Lo que realmente es una soberana barbaridad. Pero viniendo de quién viene, es más de lo mismo. De aquellas frases de las que una irrespetuosa e intolerante Delcy Rodríguez hace siempre gala. Impertérrita.Razón por la cual permanece firme en su “puesto de combate” bolivariano.Ese es su gran “mérito”. El de ser sumisa y obediente.
Pero está ahora meridianamente claro que al menos a algunos en nuestra América Latina, la libertad y los derechos humanos preocupan, en todos los ámbitos y los de todas las personas por igual. Mauricio Macri es uno de ellos. Otros lo seguirán, pronto, cabe predecir.
Que quede,sin embargo,para la historia que hay, en nuestra propia región, quienes consideran que reclamar democracia a nuestros gobiernos es una “intromisión en los asuntos internos del país que es objeto de la crítica”. Pero eso no es así. Existe un deber regional de hacerlo.
La defensa de la democracia y las libertades civiles y políticas y derechos humanos de los latinoamericanos es un tema de todos. Por esto la Carta Democrática. Pero también por esto Venezuela abandonó -precipitadamente- el sistema interamericano de defensa de los derechos humanos y las libertades civiles y políticas, dejando indefensos a sus ciudadanos. Como ocurre con Cuba, el otro ejemplo de totalitarismo en nuestra región.
Doña Delcy, en su supina ignorancia, no cree que los derechos esenciales de los hombres y mujeres no nacen de su nacionalidad, sino que son atributos de la persona humana, razón por la cual justifican una protección internacional, de naturaleza convencional coadyuvante o complementaria a la nacional. Pero el Pacto de San José de Costa Rica, esto es la Convención Americana sobre Derechos Humanos, lo afirma claramente. Con esas mismas palabras. Por esto los compromisos asumidos en esa Convención que Venezuela rechaza. Y también por ello los órganos regionales independientes que han sido expresamente organizados para protegerlos. Como la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero es también por esto la huida venezolana de esos ámbitos.
Tampoco recuerda Doña Delcy que nada menos que la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos dice expresamente que toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esa Declaración se hagan plenamente efectivos. Y que por ello agrega que el respeto a las libertades civiles y políticas, así como a los derechos humanos debe garantizarse mediante medidas progresivas de carácter internacional entre los pueblos de sus Estados Miembros, uno de los cuales es precisamente Venezuela, sin distinciones fundadas en la condición política o jurídica de cualquier país.
Gracias por el coraje, Mauricio Macri. Los gobiernos despóticos saben ya donde se ha parado ahora la República Argentina. Los gobiernos democráticos también. El silencio cómplice de una región que contiene demasiado autoritarismo y democracias que por ello están esencialmente amenazadas se ha interrumpido. Finalmente. Era hora ya.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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