La economía de México es, de todas las latinoamericanas, probablemente la más pujante y la más moderna. La vecindad con los Estados Unidos tiene naturalmente mucho que ver con lo antedicho. Por ello no sorprende que las proyecciones sugieran que, en poco más de tres décadas, México estará entre las 10 economías más importantes del mundo, superando al Brasil. Junto con Indonesia, México desplazará a las economías de Rusia e Italia en los próximos 35 años. Así lo sugiere la Unidad de Inteligencia del The Economist que, además, arguye que, en ese lapso, las 3 economías más grandes del mundo serán las de China, los Estados Unidos, y la India. Esto es anticipar un mundo muy distinto al actual. No sólo económicamente, sino también política y culturalmente.
Según el grupo de trabajo referido, China superará a los Estados Unidos, en términos de PBI, en el 2026. Ya entonces China y la India serán, cada una de ellas, más ricas que las siguientes 5 naciones sumadas. Esto es más ricas que Indonesia, Alemania, Japón, Brasil y el Reino Unido, considerados en conjunto. Nuevamente un cambio enormemente significativo.
En términos de ingreso per cápita, la cosa será más lenta. China sólo alcanzará a Japón en el 2050, momento en que sus ciudadanos tendrán ingresos equivalentes a la mitad de los ingresos de los norteamericanos. Hoy el ingreso per cápita de los Chinos es apenas un 14% del de los norteamericanos. Para el 2050, el eje de la actividad económica del mundo se habrá desplazado fuertemente hacia Asia, cuyo PBI será el 53% del total del globo. Como es evidente, esto supone una declinación relativa de Europa y de Occidente, en general.
Pareciera inevitable, entonces, que el aumento del peso económico relativo de los dos gigantes del mundo, China y la India, tenga su correlato en una gravitación política cada vez mayor. Particularmente en los temas más importantes que el mundo aún debe resolver: el cambio climático, la paz y seguridad del mundo, y la gobernabilidad en materia económica. Poco a poco, si los pronósticos del Economist se concretan, la arquitectura institucional del mundo deberá ir adaptándose a las nuevas realidades. Para América Latina esto supone seguir de cerca el proceso, vinculándose económica y comercialmente cada vez más con Asia, cuyo papel presumiblemente será el del principal motor de la actividad económica mundial.
Existe, sin embargo, un problema extendido, el del envejecimiento de la fuerza laboral del mundo. Particularmente en Europa y también en buena parte de Asia. Especialmente en Japón. También en China y Corea del Sur, así como en Grecia, Portugal y Alemania, que padecerán el mismo fenómeno cuya respuesta debiera estar en incrementar la movilidad laboral internacional. Fundamentalmente en aquellos países donde la contracción de la fuerza de trabajo local resulte más pronunciada.
Si hay rincones en el mundo donde la política vive en el “cortoplacismo”, uno de ellos es incuestionablemente América Latina. No obstante, las naciones de nuestra región que tienen costas sobre el Pacífico parecieran estar ya advertidas del enorme cambio cualitativo que el mundo enfrenta. Algunas de ellas están, desde hace rato, vinculadas con Asia a través de una red de acuerdos de libre comercio.
La Argentina y los países bolivarianos desgraciadamente siguen de espaldas al futuro. Quizás con la excepción de Venezuela, cuya vinculación más profunda con Asia es una enorme deuda pública que tiene abiertamente preocupados a sus acreedores y muy especialmente a China.
El mundo que se avecina será distinto. Profundamente diferente. Hay algo así como tres décadas para la adaptación. Dependerá de cada uno el resultado de su estrategia o de su falta de estrategia.
Los triunfadores recibirán el premio que corresponde a su visión y los perdedores condenarán a sus pueblos a un atraso relativo, esto es, a tener que vivir en peores condiciones que aquellos que supieron apostar bien, en el momento que correspondía. De alguna manera aparece una nueva versión de la fábula de la cigarra y la hormiga, cuyo resultado se trasladará a las generaciones futuras.