Por esto el costo del seguro contra un posible incumplimiento venezolano es el más alto del mundo, del orden de los 3,776 puntos básicos. Aún más caro que el costo de asegurar la deuda argentina, que técnicamente está en incumplimiento. El costo venezolano se ha multiplicado por cuatro en el segundo semestre del año en curso.
Para Venezuela esto alimenta el aluvión de malas noticias. Ocurre que el país genera el 96% de sus ingresos por exportaciones a través de los hidrocarburos. Esos ingresos, a su vez, son el 48% de los ingresos totales del gobierno venezolano.
Para tratar de disimular la situación, Nicolás Maduro ordenó modificar la definición de “reservas”, incluyendo en ella a los diamantes y algunas monedas convertibles, de segundo nivel. Siempre en su esfuerzo por disimular y confundir, Nicolás Maduro no publica información oficial que permita determinar con algún grado de certeza la verdadera situación de una economía que luce caótica.
Los analistas particulares sugieren que este año la economía venezolana se contraerá un 10%. Todo un desastre que habla de la conocida ineptitud de Nicolás Maduro.
Los venezolanos lo saben bien. Por esto el colapso de la moneda local, el bolívar, a punto tal que en los últimos cuatro meses ha perdido el 120% de su valor y hoy cotiza a 178 bolívares por dólar. El tipo de cambio oficial es de 6,3 bolívares por dólar. Parece cómico pero es un indicador más de la tragedia.
El gobierno socialista, que disimula la verdad autodenominándose “bolivariano”, ha destruido Venezuela que, desde la crisis mundial de los hidrocarburos, pareciera estar en caída libre.
Maduro ni siquiera ha aprovechado la oportunidad para eliminar el subsidio doméstico a los combustibles. Como lo hicieron la India e Indonesia. Suprimirlos equivaldría a generar un 6% adicional de producción para Venezuela.
Algo así como 12.000 millones de dólares por año. ¿Por qué no lo hace? La respuesta es simple y lineal: por la corrupción. Ocurre que hay varios jefes militares que compran combustibles a precios domésticos y los contrabandean al exterior, donde los venden a precios internacionales, con pingües ganancias.
Volviendo al tipo de cambio cabe también preguntarse por qué Nicolás Maduro no devalúa. Primero, porque ello supondría reconocer su fracaso. Segundo, porque puede provocar una verdadera explosión en el pueblo venezolano que está harto y descontento. Hoy Maduro cosecha sólo un 25% de aprobación a su gestión entre la gente. Bajísimo. La insatisfacción es inevitable cuando se vive en el país con la tasa de asesinatos más alta del mundo, con una inflación del 60% y con una moneda que se evapora supersónicamente.
Para dar una idea de la magnitud del problema que enfrenta Maduro basta recordar que para poder pagar las importaciones y cumplir con sus compromisos financieros, Venezuela debería estar cobrando unos 117 dólares el barril. Hoy los ingresos se alimentan con apenas 60 dólares el barril de crudo venezolano. El problema es inmenso y queda fácilmente a la vista.
Como todos los populistas, Nicolás Maduro gasta mucho más de lo que tiene. Para ello ha incurrido en deuda alocadamente. Por esto acaba de decidir una reducción del 20% en el gasto público. Por esto también sigue pidiendo dinero prestado a China y está recurriendo a “securitizar” los títulos de crédito que tiene en su poder como consecuencia de las deudas que los países del Caribe mantienen ahora con Venezuela. Nada de esto le permitirá gambetear la tormenta que se avecina.
Para distraer acusa a terceros de intentar cometer crímenes horribles. Incluyendo un magnicidio por el que asigna responsabilidad a Leopoldo López (detenido desde hace meses sin que, para él, haya respeto al debido proceso legal), y María Corina Machado, a la que también acusa de tratar de quitarle la vida y a la que procura encarcelar a la mayor brevedad posible.
Para cerrar hay todo un tema que me preocupa enormemente. Se refiere a la existencia de lo que en Venezuela se ha dado en llamar los “colectivos”. Estos son, en pocas palabras, grupos de patoteros transformados en fuerzas de choque y armados por el gobierno. Hoy están desilusionados con Maduro. Pero, peor aún, lo están desafiando desde que 260 de esos grupos, en octubre pasado, se negaron a devolver las armas que poseen al gobierno venezolano, cuando éste las requirió. La peligrosidad de esos grupos y su antagonismo violento podría derivar en disturbios que solo complicarían a un gobierno que ha extraviado la noción de “mañana”. No sabe a dónde va. Tampoco cómo hacerlo. Como realidad, de terror.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.