De todos los múltiples (e ineficaces) organismos regionales que tiene América Latina, UNASUR es probablemente el más politizado de todos. Desde su mismo nacimiento, en 2008, hasta su puesta en vigor, en 2011, ha sido apenas una mal disimulada “caja de resonancia” de los “bolivarianos” de nuestra región y de sus “compañeros de ruta”.
Conforme a sus estatutos, la organización debe tener un Secretario General, con residencia en Quito, Ecuador. El primer candidato a ese bien remunerado puesto: Néstor Kirchner, manifestó en su momento que podría aceptarlo, pero que no residiría en Quito, a pesar de las normas que así lo establecían. Por capricho. Su inesperada muerte tronchó obviamente la posibilidad. Nunca, hasta ahora, un Secretario General de UNASUR residió en Quito.
Pero las cosas cambian, felizmente. El ex presidente de Colombia (1994-98), Ernesto Samper, un abogado y economista, socialmente de alcurnia, militante del partido liberal, de ideas con alguna carga de izquierda, se apresta a asumir, en la ciudad de Montevideo, el próximo 22 de agosto, el cargo de Secretario General de la UNASUR. Y está dispuesto a respetar las condiciones del mandato. A diferencia de Néstor Kirchner.
Tras asumir, Samper llegará a la bella ciudad de Quito para residir allí, haciéndose cargo de sus funciones del modo en que lo disponen las normas de la UNASUR. Lo convenido, entonces.
No es imposible que, con su presencia en la capital de Ecuador, la entidad regional sea, en más, un poco menos permeable a ser fácilmente políticamente manipulada por algunos de sus miembros más conspicuos. Esto es, por donde se lo mire, una buena noticia. Es asumir una posición de seriedad. Por oposición a ser apenas un “instrumento” al servicio de otros.
Para aterrizar con algún viento a favor, Samper acaba de sostener que, en su modesta opinión, el autoritario presidente de Ecuador, Rafael Correa, sería un buen “dueño de casa” para acoger, en territorio de Ecuador, las eventuales conversaciones de paz entre el Ejército de Libración Nacional de Colombia, y el gobierno de ese mismo país.
Porque, según cree Samper, sus tesis en el plano de la política parecen “cercanas” a las del ELN. ¿Es ésta una ponderación? No.
Esas conversaciones de paz con el ELN se sumarían, es obvio, a las que ya están en curso, desde el 2012, en La Habana, Cuba, entre los también marxistas líderes de las FARC y el gobierno de Colombia.
Uno podría quizás preguntarse ¿por qué no llevar también los esfuerzos de paz con el ELN a La Habana? La respuesta a ese interrogante parecería ser obvia.
Ocurre que el gobierno de Cuba es el patrón, en este caso sin antifaces, del ELN, movimiento terrorista mucho más cercano a Cuba -ideológica y operativamente- que a las FARC. Conversar con el ELN acerca de las posibilidades de la paz en la capital de Cuba sería por lo menos complejo, entonces. Incómodo, además. Quito es claramente un mejor foro. Porque aún cuando sus autoridades “simpatizan” con el ELN, no lo manejan directamente, como es, en cambio, evidentemente el caso del intervencionista gobierno cubano.
El ELN y las autoridades constitucionales de Colombia han mantenido ya un diálogo exploratorio en Quito, en abril o mayo pasados. Por espacio de un par de semanas. Que habría dado algunas señales positivas. Lo que naturalmente alimenta las esperanzas de que esa segunda organización terrorista que opera en Colombia se sume pronto a las conversaciones de paz.
(*) Emilio J. Cárdenas
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.