Con esas realmente certeras palabras, Nacy Verdezoto F., redactora de “El Comercio” de Quito, sintetiza lo sucedido con esa extraña relación desde el 2007. Como veremos enseguida, poco y nada. Al menos respecto de lo que se ha hecho sobre la mesa, que puede no ser todo.
Ocurre que esas relaciones eran fundamentalmente una suerte de reflejo de la enorme intimidad personal que existiera en su momento entre el ya fallecido Hugo Chávez y el desplazado Mahmoud Ahmadinejad, el duro ex presidente de Irán. Ambos tenían un compartido odio visceral contra Occidente que, en apariencia, los unía fraternalmente.
El año 2010 fue ciertamente el mejor año comercial para Ecuador en la relación bilateral. Que exportó a Irán por valor de unos 8,3 millones de dólares (bananas, rosas, café, y chapas de madera) e importó apenas por escasos 249.000 dólares (lanas finas).
Pero las cifras, pese al fuerte desbalance a favor de Ecuador, no son, es evidente, nada significativas. Para peor, en el 2011 las exportaciones ecuatorianas a Irán cayeron a unos 1,1 millones de dólares y en el 2012 en rigor ellas casi no existieron.
Nada para destacar, entonces. Salvo el fracaso de la relación comercial. Las razones deben presumiblemente atribuirse al notable éxito de las sanciones económicas impuestas contra Irán, que afectaron los posibles flujos comerciales entre Irán y Ecuador y desarmaron completamente las irregulares triangulaciones financieras que en algún momento se urdieron, pero no prosperaron puesto que fueron oportunamente detectadas.
No obstante, Irán abrió dos cuentas en el Banco COFIEC, de Ecuador. Allí se realizaron sólo depósitos en efectivo durante el 2011. Se ignora con que finalidad. Hablamos de unos 6,5 millones de dólares que seguramente se utilizaron, total o parcialmente, para alguna travesura. La cifra es significativa en el escenario doméstico ecuatoriano.
Ahora que las sanciones económicas a Irán pueden haber comenzado a revisarse, lentamente, hay quienes creen que la relación comercial bilateral podría eventualmente reavivarse. Quizás sea así. Pero difícilmente ello sea algo inmediato.
Pese a lo antedicho, la relación política entre ambos países sigue siendo fluida y la alianza estratégica entre ellos (todavía unidos por el resentimiento anti-occidental común entre sus líderes) está -en apariencia- incólume.
No hubo inversiones directas de Ecuador en Irán, ni de Irán en Ecuador. Como era de presumir. Lo que supone que las oportunidades no estuvieron sobre la mesa y/o que los recursos para hacerlas eran escasos. O falta recíproca de interés.
A diferencia de lo sucedido en Caracas, en Quito o Guayaquil no se estableció ninguna entidad financiera iraní. Pero Quito abrió, en el 2008, una oficina comercial en Teherán. Y Rafael Correa visitó oficialmente esa ciudad, con bombos, cámaras de televisión y platillos, pese a -como se ha visto- la muy escasa relevancia de la vinculación bilateral en el plano de la realidad concreta, distinto del de las declamaciones.
Irán, por su parte, abrió una embajada en Quito, en el 2009.
Desde el reciente cambio de gobierno en Irán, la intimidad política anterior y el “ruido” consiguiente parecen haber disminuido significativamente. Las visitas protocolares y políticas de los líderes de ambos países se han espaciado y los flujos de negocios siguen sin aparecer. Francia y Rusia han aparentemente reemplazado a Venezuela y Ecuador, cuando de prioridades comerciales para Irán se trata. Por razones que ciertamente no hace falta tratar de explicar.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.