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Para 2023 la deuda total de EE.UU. debería rondar los US$ 40 billones, mientras que el PBI estará apenas por encima de los niveles de 2019, lo que significa que en algún momento de 2023 la rueda del autobús fiscal realmente caerá, momento en el que EE.UU. se volverá completamente "japonificado".
“Las encuestas están pasando de una elección cerrada y una incertidumbre prolongada a un Biden más dominante y una sucesión limpia”, según el jefe de estrategia de mercado de Swissquote Bank SA, lo que “está reduciendo la incertidumbre y aumentando el apetito por el riesgo”. Incluso la curva VIX se ha moderado un poco con los contratos de octubre, que cubren la fecha de la votación, cayendo un 2% el lunes después de saltar casi un 5% el viernes.
Y, en la curva de los bonos del Tesoro, los rendimientos tanto a 10 como a 30 años se dispararon al máximo desde fines de agosto ya que los inversores redujeron las tenencias.
No hace tanto tiempo que Wall Street estaba preocupada por lo que significaría una barrida demócrata para las acciones: después de todo, Biden no oculta su plan para elevar la tasa impositiva corporativa nacional al 28% del 21%, revirtiendo la mitad de los recortes de Trump, entre otras cosas. Y los analistas calculaban que esto provocaría que las EPS (earnings per share) del S&P 500 cayeran un 12% en 2021.
Ahora, asustados por una fuga de clientes, los operadores empezaron a buscar, idear y lanzar mansajes optimistas: sí, las acciones sufrirán un breve golpe una vez que los impuestos suban, pero el estímulo fiscal masivo que los demócratas impulsarían compensará con creces este golpe. Nada menos que desde Goldman dijeron, la semana pasada, que una victoria de Biden sería tan buena para las acciones, si no mejor, que una victoria de Trump. … y todo lo que costaría serían la friolera de USD 7 billones en estímulo fiscal adicional, aunque admitieron que este estímulo duraría como máximo 2 años y se agotaría en algún momento en 2023, momento en el que se necesitarán aún más para mantener las acciones en aumento (infladas, en rigor) … pero ya no habrá más dinero.
Para 2023 la deuda total de EE.UU. debería rondar los US$ 40 billones, mientras que el PBI estará apenas por encima de los niveles de 2019, lo que significa que en algún momento de 2023 la rueda del autobús fiscal realmente caerá, momento en el que EE.UU. se volverá completamente “japonificado”.
En resumen, este cuadro muestra las expectativas de Goldman Sachs de un mayor crecimiento gracias a los estímulos de Biden:
Paralelamente se espera un crecimiento de la inflación y, entonces, de las tasas de interés lo que impactaría negativamente en las acciones.
En fin, así las cosas y dejando de lado las teorías estas neo keynesianas – de estímulos artificiales, ergo, de patas cortas- y volviendo a la realidad, nos encontramos con el experto en finanzas y metales preciosos Egon von Greyerz (EvG) que almacena para clientes en la bóveda de oro más grande del mundo enterrada en los Alpes suizos. Este año, la empresa de EvG, Matterhorn Asset Management, ha visto una entrada masiva de grandes cantidades de oro físico.
EvG dice: “Este año han visto una increíble creación de dinero en todo el mundo por parte de los bancos centrales junto con el aumento masivo de la deuda … la oferta monetaria, ahora … está aumentando en línea recta. Entonces, estamos entrando en la fase exponencial de este sistema financiero, estamos viendo una impresión de dinero ilimitada, luego veremos una degradación acelerada de la moneda… El mercado de bonos colapsará y las tasas de interés subirán mucho más …”
Así las cosas, EvG dice: “La plata a US$ 25 la onza es increíblemente barata. En mi opinión, va a llegar al menos a US$ 600… ” en tanto que “El oro debería estar al menos a US$ 10.000 por onza… o USD $ 20.000 sobre una base ajustada a la inflación”. Y aunque lo dice un experto que lo vive en directo, luce muy exagerado. De hecho, Daniel Lacalle, con quién coincido, asegura que este calculo -de contraponer todo el circulante global de dinero contra las reservas de oro- no es válido y estima que el oro debería estar en los 2.500 que, por cierto, no es poco.
Y entonces se explica: “Nadie puede creer estas previsiones de oro y plata. A la gente simplemente le gusta extrapolar un pequeño porcentaje al año. Pero ahora estamos en el punto exponencial y en el punto super exponencial de la impresión de dinero, el déficit y el colapso de la moneda. Y esto se reflejará en los precios de los metales preciosos”.
En fin, ahora caigamos -literalmente- en Argentina. El país sencillamente se degrada cada hora, ya no cada día. No recomendaría ni siquiera los ADR -a pesar de que hay allí algunas empresas tech muy prometedoras- ni los Cedears ni tan solo para comprar oro -aunque menos asequible es hacerlo en físico- por el riesgo argentino, entre otras cosas porque estos títulos cotizan a dólar CCL y, como ya anticipamos y escribió hace pocos días Juan Pablo Álvarez, el gobierno bien podría hacerlo bajar a las patadas.
Entre los pocos -y resonantes- “éxitos” del gobierno, está la reciente “excelente” colocación de títulos públicos. Se licitaron bonos atados al dólar, para dar cobertura a las empresas y ahorristas que buscan cobertura cambiaria, para conseguir el equivalente en pesos de US$ 500 millones y le ofrecieron el equivalente a US$ 1.776 millones superando todas las expectativas.
Ahora la realidad es que esta es una apuesta audaz, porque cuando venga la inevitable devaluación fuerte, que Daniel Fernández Canedo comenta en su nota “Todavía se discute cómo y cuándo será la devaluación”, veo difícil que el gobierno no defaultee estos títulos. Y eso podría ser mas temprano que tarde ya que, como regla general de la Argentina, los gobiernos devalúan más fuerte en los años no electorales.
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